Cuando uno se enfrenta a la figura de Félix Reyes, no sabe qué valorar más, si la persona o la obra. Difícil solución, tal vez porque ambas cosas se funden en una misma.
Sus esculturas nos reflejan la colectividad, pero desde un punto de vista casi autobiográfico, de ahí la constante referencia a la experiencia vivida. Precisamente, si la obra nos resulta tan cercana, es porque plasma una verdad y unas circunstancias ciertas, las del artista, que acaba traspasándonoslas y las hacemos nuestras.
Desde la aparente sencillez, podríamos también definirlo como depuración de líneas: la idea se muestra de un modo resumido y directo, pero siempre cargada de palpitante realidad.